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Laborando desde la maternidad

Los beneficios que se esperaban con la llegada del teletrabajo han encontrado en la dinámica de las familias mexicanas un obstáculo. Hay hogares en los cuales el machismo y los roles de género siguen presentes y se encargan de perpetuar la violación de los derechos de las mujeres; sumado a esto se enlistan las dificultades que han existido para las y los trabajadores mexicanos durante la pandemia.


Como consecuencia, las madres de familia se ven vulneradas en dos aspectos, y la utopía de que el teletrabajo es positivo para todas y todos, aumenta la productividad y lo prefieren por encima del trabajo presencial, desaparece.



De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, los problemas suscitados gracias a las medidas estipuladas por las empresas para un mejor desarrollo de las actividades laborales durante la pandemia por covid-19 “han tenido un impacto social que afecta de manera especialmente adversa y severa a las mujeres”. Aunque se tenía contemplado que el teletrabajo ayudaría a reforzar los lazos familiares y volver más fácil la dinámica en estas, en México dicho impacto se ha visto reflejado con el aumento del 30% durante el último año, en las llamadas de emergencia relacionadas con la violencia contra las mujeres.


Desde antes de la pandemia, la marea del teletrabajo ha buscado hacer ruido, avisar que existe y que planea ser la nueva modalidad para aumentar la productividad en las y los trabajadores que realizaban sus actividades en un ambiente de oficina, en el caso de México, el sector laboral formal. El proceso de implementación se vio acelerado gracias a la crisis sanitaria por covid-19.


La modalidad de realizar actividades desde el hogar surgió como la solución a otra problemática.

En la década de los setenta, en Estados Unidos, Jack Nilles acuñó el término por primera vez como respuesta a la escasez de combustible que se produjo en 1973. La diferencia entre esa época y la actualidad es que en una se buscaba salvar el combustible y, en otra, salvar a los colaboradores.


De acuerdo con especialistas como la doctora Erika Villavicencio-Ayub, México no estaba preparado en ningún ámbito para hacerle frente a una pandemia. Las dinámicas laboral y académica no fueron la excepción, pues se comenzaron a buscar maneras de realizar las actividades sin el peligro a contagiarse, dando paso a las clases en línea y el teletrabajo como una solución temporal.


Sin embargo, no hubo igualdad de oportunidades durante la realización de ambas actividades. En el caso del teletrabajo, tan solo el 12% de las empresas en México lograron implementar dicha modalidad entre sus colaboradores en 2020, de acuerdo con la segunda edición de la Encuesta sobre el Impacto Generado por Covid-19 en las Empresas (ECOVID-IE), elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La diferencia con otros países, en su mayoría europeos, es abismal. Tan solo en el 2014, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas de España, el 22% de las empresas apostaban por el teletrabajo, siendo uno de los países europeos con menos participación en dicha modalidad.


La principal causa por la cual no ha sido un camino viable para continuar con las actividades laborales es la falta de oportunidades de conectividad, que las empresas no le den a sus trabajadores las herramientas para poder realizar sus tareas y, en el caso de las madres de familia —donde recae toda la responsabilidad del hogar en ellas— la buena división del tiempo para poder desarrollar actividades laborales y domésticas a lo largo del día, así como la seguridad de que se desenvuelven en un espacio seguro.


Según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, sexta edición en colaboración con el Instituto Nacional de las Mujeres, se estima que el 30.9% del tiempo total de trabajo (TTT) para las mujeres corresponde al mercado y 66.6% al no remunerado de los hogares. En el caso de los hombres, el 68.9% se dedica al trabajo para el mercado y sólo el 27.9% de su tiempo es destinado al hogar.


Los datos dejan ver la desigualdad en los tiempos que mujeres y hombres destinan a las labores del hogar, una de las razones por las cuales el teletrabajo ha topado con pared dentro de las familias mexicanas, en lo que al papel de las mujeres que maternan y laboran a la par respecta. A nivel nacional, las mujeres trabajan 6.2 horas más a la semana (59.5 horas), en comparación con los hombres (53.3 horas).

En la búsqueda por una regulación óptima durante la realización del teletrabajo, las autoridades mexicanas realizaron una reforma al artículo 311, y agregaron 11 más a la Ley Federal del Trabajo, para reconocer de manera legal el teletrabajo como una actividad que no requiera la presencia física del colaborador, y se utilicen las tecnologías de la información y comunicación como herramientas principales para realizarlo.


En dichas reformas se buscó enfatizar en la importancia de contar con horarios flexibles y capacitación para una mejor adaptación a su nuevo espacio de trabajo, insumos y equipo para los colaboradores, la empresa debe asumir los costos derivados del teletrabajo (internet y telefonía) y se debe asegurar el derecho a la desconectividad de los colaboradores, mismo que, en el caso de Lorena, Laura y Elizabeth (madres de familia), no ha sido respetado.


La doble violencia

Las medidas implementadas por las empresas y la nueva reforma no contaban con la doble violencia que podrían vivir las mujeres durante su jornada laboral, en conjunto con la dinámica familiar. De acuerdo con Silvia Federici, activista feminista en pro de la reivindicación de las dinámicas laborales femeninas, en su texto La guerra contra las mujeres y las nuevas formas de acumulación capitalista (2019), la violencia contra las mujeres ha encontrado la manera de colarse en todos los ambitos de la vida de estas, como es el caso de lo laboral.


La dinámica en la familia trabajadora une a dos personas con poderes desiguales, por lo cual la violencia es inherente. Incluso para especialistas como Hilda Rodriguez Loredo, experta en economía y trabajo con perspectiva de género, aún tratándose de familias monomaternales, (con jefas de familia) la violencia sistémica ataca del mismo modo.


En una sociedad como la mexicana, donde las mujeres siguen siendo las encargadas del cuidado y educación de los hijos, la carga de trabajo es doble, factor que va a depender de la conformación y dinámica de la familia. De acuerdo con Erika Villavicencio-Ayub, doctora en Psicología de la Salud Ocupacional, “al tratarse de una mujer que está a cargo del hogar, existe la posibilidad de que sea más complicado trabajar”, pero si se logra una administración adecuada de las actividades logrará una atención más óptima en lo laboral y familiar.


Laura Juarez tiene 46 años e implementó el teletrabajo desde marzo del 2020. Trabaja en una empresa privada que se encarga de proveer servicios de salud a mujeres y no ha encontrado el equilibrio para poder mantener su vida personal y laboral separadas. “Hay veces en las que se me olvida hasta comer, mi hija tiene que preparar la comida y acercarla a mi escritorio”, comenta.

Por su parte, Elizabeth Sanchez, contadora de 40 años, ve el teletrabajo como una solución al distanciamiento entre los miembros de su familia: “Tomé el encierro y mi nueva forma de trabajo como una oportunidad de encuentro conmigo, mi esposo y mis dos hijas. Anteriormente solo nos veíamos los fines de semana y cada quien estaba en su recámara haciendo las actividades que le corresponden a cada quien”.


Mujeres en el campo laboral

Según datos del INEGI, de los 34.7 millones de hogares mexicanos, el 33% son encabezados por mujeres, cifra que va en constante aumento, pues tan solo en 2018 se hablaba de un 28.5% de familias nucleares. De estos, el 36.6% tenía a ambas partes participando en el mercado laboral, mientras que el 34.7% solo contaba con el jefe o jefa de familia en el sector.


El papel de las mujeres en la vida laboral mexicana se ha modificado en los últimos años. En 2020 se perdieron cinco puntos porcentuales en la participación femenina en Ciudad de México gracias a la pandemia. Hilda Rodriguez Loredo deja en claro que la comparativa en la disminución de la participación laboral de las mujeres varía según la situación de cada estado del país. En 2019, el 44% de las mujeres pertenecían al sector laboral, para el 2020 sólo el 39% de las mujeres realizaban una actividad remunerada.


El rango de edad y la condición civil en la que se encuentran las mujere son factores que afectan en la participación de las mismas dentro del sector laboral.



Los datos demuestran que la mayor cantidad de quienes ocupan un espacio en los porcentajes de población activa económicamente corresponden a mujeres separadas entre los 35 y 45 años de edad. Sin embargo, estos datos, —y todos los referentes al ámbito laboral— no hacen una distinción entre trabajo dentro del centro laboral y teletrabajo; Rodriguez Loredo lo atribuye al poco interés del gobierno por conocer los resultados de la modalidad de trabajo.


“No hay datos certeros sobre teletrabajo en México, en comparación con otros países del mundo, como España, en donde el fenómeno se ha investigado por casi una década entera. Es interesante y alarmante que las autoridades no hayan iniciado con un plan para recabar dichos datos”, explica la economista.


La edad de las madres que implementan el teletrabajo a su cotidianidad es un factor importante para poder conocer si la conciliación entre el teletrabajo y la dinámica familiar es la adecuada. “La brecha generacional hace que el fenómeno pueda describirse con más comprensión. Se identificó que los Centennials y Millennials se adaptaron de manera más rápida, a comparación de la Generación X y los Baby Boomers, lo cual comenzó a incidir en la personalidad y el estado de ánimo”, explica Erika Villavicencio.


Alejandra tiene 50 años y confiesa que al principio no fue fácil trabajar desde casa: “Había ocasiones en las que dejaba mi micrófono encendido y todos en la reunión escuchaban el ruido de mi casa. Solo tengo un hijo de 20 años, pero hace mucho ruido. Fue la primera vez que realicé una videoconferencia con más de una persona, ya sabía utilizar las llamadas de Whatsapp, pero no es lo mismo, esto era más formal y tenía que encontrar un espacio para estar en silencio. Imposible”.


Por su parte, Isabel, perteneciente a la generación de los millennials, siempre vio con facilidad su interacción digital con sus empleadores y compañeros de trabajo. “Trabajar desde casa fue una herramienta práctica y fácil para mí, estoy acostumbrada a tener interacciones con mi entorno a través de la tecnología y estoy cómoda con eso. Ahora hago uso del tiempo que no invierto en el transporte para relajarme y ver crecer a mi hija” , explica.


Dos realidades

Los especialistas que estudian los resultados del teletrabajo en la cotidianidad apuestan por la eficacia para hacer que la dinámica laboral-familiar sea conciliadora y positiva. Se le ve como el factor que hacía falta para que las madres alcancen el nivel más alto de satisfacción y se sientan plenas en todos los aspectos de sus vidas. La realidad es que depende del ambiente laboral y familiar.


El factor predominante en la mayor parte de las mujeres es la importancia que le dan a sus hijos. Nancy, Elizabeth, Monica, Josefina, Isabel y Alejandra consideran que sus hijos son más importantes que su trabajo, por tal motivo se sienten más presionadas para realizar sus actividades laborales, porque prefieren atender a los miembros de su familia antes que a ellas mismas y sus obligaciones laborales.


“Es complicado poder nivelar ambos aspectos. Hay veces en las que me siento violentada por personas dentro de mi trabajo; en una ocasión estaba en una junta y se escuchaban mis hijos tomando sus clases, las personas dentro de la videoconferencia me comentaron si no podía hacer que el sonido se detuviera, porque era poco profesional. Me sentí agredida porque yo les estoy permitiendo ingresar a mi espacio personal, estoy abriendo las puertas de mi casa y mis hijos vienen incluídos”, recuerda Monica, profesora del Instituto Politécnico Nacional.


Isabel, diseñadora de 35 años, tuvo que renunciar a su trabajo por la falta de empatía de sus jefes sobre los horarios y necesidades de su hija de dos años: “Tenía que llevar a mi hija al pediatra un día de la semana en el que me tocaba trabajar; soy madre soltera y no tenía la opción de que alguien más la llevara por mí. Pedí permiso en mi trabajo para asistir a la consulta y me lo negaron, porque había trabajo pendiente y tenía que haber alguien más que la llevara por mi. Renuncié y llevo dos meses desempleada, buscando alternativas para solventar gastos. El papá de mi hija me ayuda, pero aún así no me arrepiento de haber renunciado”.


Sobre el tema de las dificultades que se han tenido gracias al teletrabajo, Paz de la Iglesia, especialista en derecho laboral de DLA Piper, durante una mesa redonda sobre diversidad de género declaró que ha habido un avance en materia de corresponsabilidad gracias a que el entorno familiar está presente y visible, el mundo laboral se ha vuelto más sensible, cuestión que para Monica y todas las madres entrevistadas no es así.


Para Erika Villavicencio es importante que las empresas sean conscientes de las necesidades y derechos de sus colaboradoras, sin olvidar por supuesto las obligaciones de las mismas. “La desconexión en nuestro país no se respeta, a diferencia de España y Francia que están avanzados en el tema. Es momento no solo de apostarle al desempeño, sino también a la calidad humana, y que las organizaciones tengan esta virtud”, refiere.


En la búsqueda por obtener esta calidad humana, un gran número de organizaciones, sobre todo en la Unión Europea, se han interesado en promover la conciliación de la vida laboral, familiar y personal, utilizando el teletrabajo como la herramienta principal para conseguirlo. Para lograr entender si es una vía adecuada se han estudiado las consecuencias de forma específica en las mujeres teletrabajadoras con algún tipo de carga familiar, y la profesora Ana Gálvez Mozo ha sido la encargada de estos.


Gálvez Mozo es doctora en Psicología y se especializa en trabajo, género y sociedad, específicamente en la relación entre el trabajo y la conciliación con la vida familiar y personal. En su texto Mujeres y teletrabajo: más allá de la conciliación de la vida laboral y personal (2020), que engloba cinco años de investigación en teletrabajo y género, menciona que las empresas además de ver por un bien de sus colaboradores, busca fidelidad y una mejora en la productividad de los mismos.


La falta de atención al tema de la conciliación laboral y personal, en México, ha generado que casos como el de Isabel vayan en aumento. Las condiciones laborales no son óptimas, y las empresas no saben cómo modificarlas de forma adecuada, y en tan poco tiempo, para poder mantener a sus colaboradoras. Gálvez Mozo habla también sobre que en México, España o cualquier parte del mundo, algunas mujeres optan por dedicarse de manera exclusiva al trabajo doméstico y abandonar sus carreras profesionales de manera temporal o permanente.


Pero no todo está perdido, algunos especialistas ven al teletrabajo como un salvavidas en la dinámica familiar. Trabajar desde casa ofrece, en algunos casos, más tiempo para interactuar con los hijos y las parejas. Por tal motivo algunas mujeres, que habían pausado su vida profesional para mantener la doméstica estable han regresado al campo laboral con la llegada de la pandemia, ejemplo claro el de Josefina.


Lorena García tuvo un receso laboral hace unos años como consecuencia de la inflexibilidad de los horarios y las peticiones de sus empleadores. Es contadora desde hace más de 20 años y por mucho tiempo escogió su carrera profesional. “Mi hijo me recriminó por muchos años el que nunca estuve presente, durante más de 15 años decidí darle prioridad a mi vida profesional y me sentía bien, proveía a mi familia de manera adecuada, pero la dinámica dentro de mi hogar no estaba bien. Decidí descansar tres años porque quería recuperar el tiempo perdido, pero volví a trabajar al inicio de la pandemia, ya con la implementación previa del teletrabajo. Aprendí a equilibrar mi vida como mamá y esposa, junto con la profesional”.




Las repercusiones del teletrabajo: violencia de género

Desde la inserción de las mujeres en el mundo del trabajo remunerado, han sido víctimas de discriminación por cuestiones de género que, si bien eran comunes en el momento histórico que se vivía en esa época, persisten hasta la actualidad. Las mujeres, al igual que los hombres, tienen que vivir en un sector laboral con carencias y adicción al trabajo; sin embargo, también se encuentran con factores como la brecha salarial y la disparidad de género en el sector laboral, aspectos de la violencia de género que se suma a la laboral.


En el ámbito laboral, no se respeta el derecho a la desconexión, aunque en las nuevas modificaciones a la Ley General del Trabajo esté estipulado como un derecho, ya que, una vez concluida la jornada laboral, que por ley no debe superar las ocho horas diarias, “no deben estar a disposición del patrón”. En caso de que se excedan las horas, se contarán como horas extraordinarias y serán pagadas como tal.


Cuando no se respetan las horas y tareas estipuladas por ley, se está incurriendo en una cultura tóxica, muy común en México (en teletrabajo y de forma presencial). Villavicencio-Ayub lo explica como la confusión que hay entre las obligaciones y el exceso de trabajo: “Una jornada sana debe ser aquella que permita un balance entre lo personal y laboral “.


Laura, Lorena y Elizabeth han formado parte de esta cultura tóxica durante la pandemia, sus horarios para laborar exceden las 10 horas diarias, o se extienden a los fines de semana. “A veces son las ocho de la mañana y me hablan de la oficina, aunque mi horario es de diez de la mañana a siete de la noche”, explica Laura.


“En mi caso, tengo que trabajar hasta la madrugada y los sábados en fechas específicas. No puedo apagar el teléfono cuando es temporada de declaraciones, porque las fechas de entrega ya están estipuladas y a veces no está en nuestras manos tener la información en tiempo y forma. Dependemos mucho de las empresas o personas con las que trabajamos”, apunta Lorena.


El techo de cristal sigue presente en la vida laboral, aunque la paridad de género sea una obligación en las empresas no significa que existan las mismas oportunidades para hombres y mujeres. Villavicencio-Ayub y Gálvez Mozo lo identifican como una herramienta para ejercer violencia sobre las mujeres en la vida pública, ya sea de manera directa o mediante las consecuencias (psicológicas y económicas) que las cargas laborales y familiares generan en las mujeres.


Aunque el teletrabajo sea visto por la mayoría del sector laboral como una herramienta viable, no se observa desde una perspectiva de género, ya que en los últimos años algunos estudios han mostrado que el mismo trae consigo problemáticas en la vida de las mujeres, como la cosificación en la distribución de roles de género, la sobrecarga de responsabilidades en las mujeres y las dificultades de promoción laboral.


Los roles de género y el machismo afectan de manera directa las actividades durante el teletrabajo, ya que si en el acuerdo de la dinámica familiar no se estipuló que se trata de meros constructos sociales, que no deben ser seguidos al pie de la letra, y que tanto hombres como mujeres pueden realizar las mismas actividades, la carga de trabajo y responsabilidades domésticas que recaen en las mujeres se convertirán en un factor de riesgo y herramientas para violentarlas.


En el ámbito psicológico, Erika Villavicencio-Ayub muestra preocupación en las repercusiones experimentadas gracias al confinamiento social y la realización de las actividades laborales en un nuevo —pero no desconocido— espacio. “Han aumentado los padecimientos psicológicos a causa de la pandemia, además de que el ambiente hostil en la interacción laboral es peor. La productividad se ve afectada por las repercusiones en la colaboradora”.


Isabel, Lorena y Elizabeth buscaron ayuda profesional porque el encierro les generó padecimientos psicológicos, como depresión y ansiedad. En el caso de Lorena, su ansiedad se agravó: “En ocasiones no podía dormir, me sentía presionada aunque no tuviera ninguna entrega pendiente. Incluso afectó en mis relaciones personales, mi hijo y yo discutimos porque yo no me sentía agusto con nada de lo que sucedía en mi entorno”.


Isabel ya acudía al psicólogo desde el nacimiento de su hija, ya que desarrolló depresión postparto y sus padecimientos se vieron agravados a causa del encierro y la pérdida de su empleo. “Estuve a punto de volver a casa de mis papás, porque creía que no iba a poder sola con tantas responsabilidades, había días donde no me podía levantar de la cama, pero lo hacía por mi hija”.


Se buscan alternativas

Las mujeres, en su búsqueda por encontrar la mejor manera de desarrollarse, han conciliado la vida laboral y personal de distintas maneras. Gálvez Mozo las identifica y les da nombre: modelo de la simultaneidad, de la intermitencia y de los compartimentos estancos. La primera consiste en superponer en un mismo espacio y momento el trabajo y la familia; la intermitencia busca que ambas actividades se realicen en intervalos de tiempo sucesivos y con muy pocas posibilidades de mezclarse entre sí; y por último, el de compartimientos estancos opta por hacer una separación muy clara entre los horarios familiares y laborales, sin la oportunidad de que exista interrupción alguna.


Cada mujer es distinta, al igual que las dinámicas dentro de su familia, hay madres que cuentan con el apoyo de su pareja, como es el caso de Elizabeth, Alejandra y Lorena; pero también hay madres solteras como Laura e Isabel. Por tal motivo cada mujer tiene una manera específica de llevar su vida personal y laboral. Además, cada puesto de trabajo tiene tareas específicas, las cuales hacen casi imposible que se siga un modelo para todas las situaciones.


“No me quejo del home office, apenas llevo un año trabajando de esta manera y es cuestión de acostumbrarse. Antes era imposible para mí trabajar y escuchar la televisión como sonido de fondo, junto con el ruido que hacía mi mamá en la cocina, ahora respetamos más los espacios y evitamos hacer ruido”, recuerda Laura sobre sus inicios en el teletrabajo.


Por su parte, Lorena y Elizabeth han encontrado la manera de tener una mejor relación familiar. “El teletrabajo vino a darme una oportunidad más para conectar con mi familia, aunque aún no me acostumbro”, menciona la primera. Elizabeth agradece el tiempo extra que tiene, incluso dice que duerme mucho mejor que antes.


Lo cierto es que todas tienen un aspecto en común, y es que están aprendiendo con la marcha a llevar su vida siendo madres y profesionales. Aprenden de las vivencias propias y de otras mujeres en su entorno, porque, como en todos los aspectos de la vida cotidiana, la pandemia se encargó de modificar todo lo que conocían. Es un nuevo comienzo que para algunas forma parte de una nueva herramienta de aprendizaje, mientras que para otras es un reto más que buscan superar en su camino profesional y personal. Todas las mujeres son distintas, al igual que sus necesidades.


También es cierto que México, y varios países del mundo, no tiene las condiciones para ofrecerle seguridad a las y los trabajadores en el ámbito laboral, mucho menos a las mujeres para asegurarles que no van a ser víctimas de violencia de género en sus hogares y trabajos. Las madres mexicanas que forman parte del porcentaje femenino dentro de la dinámica laboral remunerada están aprendiendo a trabajar mientras están maternando, todo en el mismo espacio.


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