top of page

No hay tianguis donde vender, no hay sustento para comer

La cuarentena apagó alrededor de dos meses la actividad de todos aquellos tianguistas que sobreviven gracias a la venta de sus productos. Doña Josefina pero que de cariño le gusta que le digan Jose, tuvo que alimentar a su familia de la misma carne que vende, "Pues la congele y ya la iba preparando conforme pasaban los días". Comenta que desde hace dos semanas se empezó reinstalar el tianguis, pero que fue difícil: "Pues tuve que pedir un préstamo para surtirme vea, la líder nos mandó un mensaje y nos dijo que ya nos podíamos poner y pues igual nosotros vemos las noticias, vemos si ya nos podemos poner o no"

Desde la entrada del tianguis de Parajes Buenavista se logra percibir el olor de las ricas carnitas de Doña Jose, con su gran estilo veracruzano. Cansada y entre hule cristal, tapabocas, careta, se le nota el sudor de la frente. Acompañada de su esposo, despachan a la gente siendo lo más cordial posible. "Solo para llevar" es la leyenda que hay en dos carteles colgados de la lona gris que da sombra a su puesto. Éste desprende un calor agobiante resultado del hule cristal que lo envuelve, además de la flama firme que mantiene el caldero caliente.

05:40 a.m: La preparación

Es jueves, suena el despertador, Doña Jose no quiere levantarse, sigue teniendo ese dolor en la espalda. Se levanta y después de arreglarse se dispone a preparar sus carnitas y todos sus condimentos, junto con ella está su esposo y su hija, entre los tres se esmeran para que todo esté listo. Pone a calentar el caldero para cocer la carne que ya separó en tres partes para que le dure toda la semana.

Uno hace salsa, alguien más pica cilantro y cebolla, alguien más mueve el caso de las carnitas. En cuanto alguien termina su actividad pasa a otra: embolsar las salsas, hacer las rajas, sacar el puesto al diablito. De un lado a otro, caminan y caminan, haciendo y asegurándose que no falte nada por hacer.

09:00 a.m: El traslado

Después de unas horas, las carnitas ya están cocidas y el olor inunda toda la casa. Su esposo Patricio comienza a acarrear todas las cosas al tianguis de las Torres de Parajes que se instala jueves, sábados y domingos a una cuadra de su casa, en Iztapalapa. Se asegura que el puesto no se mueva, sube la lona y la amarra con fuerza, acomoda las cajas que contienen los platos y bolsas desechables para que la personas se lleven sus pedidos y de más.

Por órdenes de la líder de este tianguis, Don Patricio cubre su puesto con hule cristal que tiene unas ventanas recortadas en donde apenas caben los platos de quienes van a comprar. Su puesto tiene cuatro tubos, en dos de estos coloca botellas de gel antibacterial para que los clientes puedan colocarselo en las manos si así lo desean.

Ya instalado el puesto, comienza el traslado de las carnitas, con mucho cuidado se monta el cazo en un carrito que se puede jalar o empujar, se escucha como chocan las llantas de este artefacto con las piedras arrumbadas en la calle. Uno jala y otro va cuidando que las carnitas lleguen sanas y salvas al tianguis.

10:00 a.m: La espera

Ya instalados se visten con su armamento: cubrebocas, careta, baberos, gorra, guantes de látex. Se quedan en la espera de la primera compra del día, rezando para que les vaya bien en las ventas. "Hola vecina", le dice uno de los hijos del "Paisa", quien vende verduras a cinco puestos de ella, "me puede vender $50 de surtida". Ella se levanta, con mucho gusto saca la carne del cazo. Pesa la carne ya picada en una báscula digital que está a lado del tronco en donde pica, la vierte en un plato chico de unicel que hace un ruidito molesto al sacarlo de la bolsa. Este plato es metido en una bolsa de plástico transparente, para después ser metido en otra bolsa, con pequeñas bolsitas de verdura y de salsa. Está bien definido quién hace qué, "Yo despacho, tú cobras" le dice Doña Jose a su esposo.

De pronto llega la líder del tianguis, Doña Andrea, quien vende pollo. "Solo para decirles que hoy no se va a dar la cooperación por el lugar, ya ve que no ha habido ventas doñita", dice la líder con voz suave que apenas logra escucharse por toda la protección que se debe de llevar por salud. "Que venda mucho", se despide Doña Andrea y pasa al puesto que tienen metro y medio de separación aproximadamente con el puesto de Doña José.

12:30 p.m: El infierno

Ya pasado el mediodía, la gente comienza a entrar al tianguis. No hay nadie quien regule la entrada, nadie que administre gel antibacterial como actividad primordial, no hay nadie revisando que las personas tengan tapabocas. Aún así Doña Jose atiende. "Le invito a que se ponga su tapabocas, ya ve que en estos tiempos no se sabe que hay en el aire" le dice a un cliente, "Póngale sus tapabocas a sus niños, están chiquitos, no se vayan a enfermar", le dice a otro, a lo que la señora le responde "si acostumbramos a traerlos, pero hoy se nos olvidaron".

La venta va en aumento aunque no tanto como antes de la pandemia, por lo menos no debe preocuparse por pagar la plaza. Entre el calor que traspasa su lona, el calor del caldero de las carnitas, el aire encapsulado por el hule cristal que rodea su puesto, el cubrebocas, la careta y la gorra, se le hace muy difícil respirar, siente húmedo el rostro, gotas de sudor deslizan por su frente y son absorbidas por el cubrebocas que porta. Es insoportable el estar en ese lugar, en esas condiciones.

"A Veces me bajo tantito el cubrebocas, solo a la altura de la nariz, seco mi frente y otra vez, me pongo gel antibacterial y cambio de guantes. Es muy duro pero hay que trabajar". "Hay que trabajar", de esta forma se anima Doña Jose, hay que trabajar porque hay que comer, hay que trabajar porque hay que pagar luz, teléfono, hay que surtir carne, verduras, hay que trabajar porque ya llevamos dos meses sin trabajo.

El tianguis de las Torres de Parajes suspendió sus actividades a mediados del mes de abril. El 19 de mayo, Claudia Sheinbaum anunció que brindaría un crédito para los tianguistas afectados por la cancelación de sus actividades, con el compromiso mutuo de no instalar sus puestos en las calles nisiquiera en días de tianguis, para evitar contagios del virus. Se otorgarían 25 mil pesos como máximo a 100 mil tianguistas.

Aunque no hay datos precisos de cuántos tianguistas hay en la Ciudad de México, en el 2018 se comprobaron un total de mil 500 tianguis registrados. Para el 2009 eran tan solo 300 mil tianguistas, con seguridad de que esa cifra se ha duplicado o más, en los últimos once años. Porción que sobrepasa a los 100 mil tianguistas que recibirán el apoyo.

Doña Jose no fue del "tercio" de tianguistas que recibió el crédito y comenta al respecto: "ni nos habíamos enterado de que iban a dar préstamos, pero pues pa' qué, no hay ventas, la gente no quiere comprar carnitas. Vienen y prefieren comprar su verdura, el jitomate, la cebolla, cosas esenciales para comer, las carnitas na' más es lujo y en estos tiempos no hay dinero para gastar en eso. Pa' qué más deudas"

04:00 p.m: La despedida

Después de cierto tiempo ya no hay gente en el tianguis, nadie entra y nadie sale. Ya no hay ventas y comienzan a recoger. Se acerca una familia de cinco integrantes, piden dos tacos cada quien a lo que Doña Jose atiende no sin antes recalcar que solo se sirve para llevar. El señor que iba con su familia a comer se molesta porque no se le atiende allí mismo e insiste. Amablemente Doña Jose le dice que no lo puede atender así, que la disculpe pero que la pueden regañar, "es por su salud", no deja de repetirle pero el señor y toda la familia se van sin más.

Van acarreando sus cosas, amontandolas en el carrito para que sea más fácil y menos cansado su traslado. Ya pueden quitarse por lo menos la careta, ya no van a atender a nadie más, ya no hay quien. Nuevamente agradece el no tener que pagar la cuota de ese día. "Apenas saque para comprar ingredientes para las salsas y para comprar gas, creo que si me sobran unos pesos para la comida de los días de aquí al sábado, primero Dios", dice la mujer respecto a las ganancias del día.

00:00: Tiempo cero

La historia de Doña Jose es solo un ejemplo de las consecuencias que ha dejado la emergencia sanitaria a los comerciantes "informales", un trabajo que muchas veces se ve cómo denigrante pero que es el sustento de miles de familias de la Ciudad de México

Esta forma de trabajo tiene una carga cultural, de tradiciones y evolución de prácticas. Los tianguis se han visto como un trabajo informal, abundante en la CDMX y aún más concentrado en la alcaldía de Iztapalapa. Siempre se ha visto la dualidad entre lo informal, lo no regulado, no hay patrón determinado así como no hay un sueldo seguro; y lo formal, lo industrializado y lo tradicional.

Pero más allá del caos en cuanto a estructura que se especula, los tianguis poseen normas y reglas formales e informales, escritas o verbales que regulan la actividad. Incluso ha existido una regulación y administración de estos espacios desde tiempos atrás, según data la académica, Beatriz Rubio.

Es por esto que Doña Jose acata lo que le dice su líder, es por eso que sigue las recomendaciones en cuanto al COVID-19. Sí hay roles que se observan dentro de esta dinámica aparentemente sencilla que es la compra y venta. La clientela es quien legitima esta actividad y es de las razones por las cuales ha perdurado.

A pesar de esta dualidad, los tianguis son parte de nuestro vivir, de la cotidianeidad, además de que abastecen de productos variados a nivel local a muchas personas y son la fuente de ingresos de miles de familias mexicanas. En palabras de José Luis ya mencionado doctorante en el posgrado de Estudios Sociales de la UAM, se corrobora que los tianguis representan "un espacio de socialización en donde se dan relaciones no solo económicas sino vinculadas a un amplio tejido de redes de capital social y de cultura popular"

La pandemia ha afectado a muchas personas, que han tenido que dejar de trabajar. Pero basta con preguntarnos por qué los centros comerciales no fueron suspendidos y los tianguis populares sí, para evidenciar la gravedad de un problema no solo económico. Quizá faltó una regulación más rigurosa con respecto al tema de la sanidad como se "realiza" en los grandes centros de abastos.

Comments


Ingredientes

© 2023 para Skyline

Creado conWix.com

bottom of page